¿Recogerás mis lágrimas?

Gracias por estar aquí, por venir, por visitarme, por leerme… te dejo con esa segunda parte. Toda tuya.

¿Recogerás mis lágrimas?

Una Forma de Vida (II)

La vida, su vida, se había agotado hacía años. Hacía décadas, tal vez mucho más allá. De alguna forma ambos sabían que aquel instante tenía que llegar, era lógico, era lo único cierto que les había ido rodeando.

– ¿Recogerás mis lágrimas? – él dejó de mirarla. Sintió que en sus ojos había demasiado dolor, demasiado sufrimiento, y no era justo que ella tuviese que acarrear con aquel triste sentimiento de culpabilidad.

– Me las llevaré, en mi alma… las protegeré, reposarán para siempre conmigo…

Y se acabó. Fue en ese momento cuando Mario perdió el conocimiento. Él jamás hubiera sabido decir si fue algo físico o mental. Si realmente se desmayó o tan sólo se desconectó durante un lapso indeterminado de tiempo. Cuando volvió en sí se dio cuenta de que estaba sólo, y lo que era peor, conocía demasiado bien aquel lugar dónde se había despertado.

– Señor… señor…

Una voz femenina, algo molesta por lo nasal, le devolvió a la realidad.

– Señor.

A su derecha, colgando de una percha metálica, un extraño brebaje amarillento destilaba gotas que llegaban, directamente, hasta su brazo, justo hasta el punto en que sentía un profundo pinchazo hiriendo su carne. Recordó a Sofía, recordó aquella Aspirina que ella le pedía que se tomase. Otra sacudida recorrió sus nervios, subió a través de su espinazo y se depositó violentamente en la base de su cráneo. Un profundo amargor brotó a través de su cuello, ganándose espacio por la boca para acabar convirtiéndose en realidad convertido en una mancha violácea sobre las blancas sábanas de aquella cama.

– ¡Tiene otro ataque! ¡Avisen al médico! – a duras penas Mario conseguía escuchar los gritos y los nervios que llegaban de algún punto de su consciencia. Era extraño, ya no sabía qué era lo real y qué no. Ya no estaba seguro de si era cierto aquel mundo por el que estaba andando, aquel parque verde, aquel banco en el que Sofía le esperaba, con los brazos ligeramente recostados sobre sus piernas, si era real esa dulce e intensa mirada castaña, tirando a amarillenta, y la sonrisa que delataba que aquel era otro instante de felicidad. Único. Demasiado bello para ser real.

– Estoy soñando, ¿verdad?

– ¿Por qué has vuelto, Mario? – La voz de Sofía resonó pausada y nítida. Los pájaros sobrevolaban sus cabezas para detenerse en las ramas de todos los árboles que les rodeaban. Él hubiera jurado que había parejas sacando a pasear a sus mascotas, pasando cerca de dónde ellos estaban sentados y que era, incluso, capaz de percibir el perfume de aquel cerezo que parecía querer florecer de una vez por todas.

– No quería dejarte marchar.

Pronto la tercera parte… muy pronto…

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